La lucha libre mexicana es un deporte y espectáculo. Una representación escénica en un espacio controlado para la violencia, realizado por personas que prestan su vida a personajes sobre el ring, dotados de fuerza física, que transmiten los valores y vida cotidiana del pueblo que la arropa cada semana, en cada arena, cada atrio, cada plaza de pueblo, cada salón o en enormes construcciones que albergan el clamor popular; la catarsis simbiótica que arrojan productos culturales y sociales de toda índole. ESO es la lucha libre para México, para los mexicanos.
Y aún no hablamos de la intrínseca conexión que tenemos con nuestras raíces. Somos guerreros, peleadores por naturaleza, defendemos lo nuestro con sangre y sudor.
Los colores hacen vibrar a todo el recinto, los aplausos nutren de energía a los luchadores y el público reunido concentra y distribuye las emociones a través de sus gritos, mentadas de madre, chiflidos y algunos más con matracas, batucadas y trompetas. La lucha Libre en México lo tiene todo y a la vez nada.
Desde 2018, cuando fue nombrada como Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México, el clamor fue general pues la ciudad central alberga al duopolio de la lucha libre: Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) y Lucha Libre AAA, quienes por largos años han atesorado, manejado, producido, compartido y explotado en muchos sentidos, a la lucha libre.
Puede gustarnos, podemos ser partícipes o no, lo que es una realidad es que estas dos empresas privadas mantienen el sartén por el mango de cada paso y movimiento que se genera dentro del mundo de la lucha, sin importar quienes sean los interesados o afectados. Como empresas privadas toman decisiones en las que solamente quienes pertenecen a ellas se ven involucrados, no así afectados por el producto. ¿A qué me refiero con esto?…
Es un hecho que los luchadores representan en todos los ámbitos y niveles una experiencia vivida primero desde el núcleo de la sociedad, que rebota por todas las paredes de las clases sociales hasta llegar al ring, donde es exacerbado por coloridos equipos de lucha y con ademanes para poder representar aquello que se ha vivido y compartido a través de las redes sociales para volverse un fenómeno.
Hoy, sin lugar a dudas, estas dos empresas tienen un largo camino recorrido dentro de la lucha libre y cada una tiene claro de qué color es el piso y a qué país de la fantasía nos lleva en cada evento. Sin embargo, los caminos a “Oz” no siempre son brillantes ni claros, sobre todo aquellos que se andan en los circuitos independientes de todo el país. Plazas como Monterrey, Guadalajara, Puebla, Ciudad Juarez, Tijuana, Torreón y quizá alguna ciudad más que se escape, albergan los semilleros de la lucha libre en la actualidad, los cuales inclusive son tocados por una de las empresas ya mencionadas.
¿Qué pasa cuando un luchador de circuito independiente busca crecer dentro del mundo de la lucha libre sin llegar a la capital?… La respuesta que nos da la historia es que habría promotores en su ciudad (plaza) que estarían llevando a este luchador a correr y trabajar sobre la lona en ese mundo intermedio en la antesala del mundo “profesional” de la lucha libre. La realidad es otra. Hoy, en México, los promotores de lucha libre se han preferido guardar. Inseguridad, un fallido estado de derecho, público popular con bajísimo poder adquisitivo, sin historias ni rivalidades para emocionar a la gente, ni siquiera la del circuito local… Estamos caminando en la penumbra. Y los luchadores incipientes tantean la lona con los ojos cerrados.
¿El remate? Las fallidas comisiones de lucha libre dentro del ambiente ¿La razón? La mezcla del box con la lucha libre está dando al traste con esta práctica. Son dos cosas distintas que parecen iguales pero no lo son. Usted no piensa de ninguna manera que montar un show de vedettes sea lo mismo que una presentación para un ballet clásico, sencillamente aunque los tecnicismos son similares, el público y los espacios corresponden a situaciones diametralmente opuestas. El box tiene un orden, se federa y la lucha libre no. La lucha libre es el ambiente donde la libertad reina y sólo algunos cuantos tienen conocimiento de su funcionamiento y desarrollo.
¿En qué afecta esto a la lucha libre y qué relación tiene con el nombramiento de Patrimonio Cultural Intangible? La lucha libre se hace en todo el país, los luchadores, trabajadores y artistas de esta están diseminados por todo el territorio nacional. El nombramiento de 2018 tiene potestad solamente en la Ciudad de México. Para que los municipios de cada estado puedan reconocerlo y que todo el país pueda gozar de este nombramiento, es necesario generar actividades con reconocimiento; debe emitir cada estado su propio decreto y de esta manera trabajar no solamente desde el imaginario de la lucha con funciones, sino desde todos los frentes generando eventos de carácter turístico (festivales, congresos, eventos especializados, etc), económico (industria manufacturera), deportivo (torneos amateurs) y cultural (exposiciones, concursos, muestras), que acorde a los planes que el actual gobierno federal presenta, es lo que tendríamos que estar comenzando a generar en aras de las pocas oportunidades que hay fuera de la industria para el deporte y la cultura en este país.
Apostar fuertemente por la lucha libre porque se hace en todo el país, porque se vive y se crea bajo todos los espacios, ahí donde haya un pequeño jugando con muñequitos de plástico, donde un joven diseñe una nueva camiseta o un nuevo personaje; ahí donde un Mascarero confeccione la tapa que será valuada en miles de pesos dentro de algunos años, donde se pinte la vida a través de los lances, donde bajo el sol se espere a que caiga la noche para acudir a liberar todos los demonios que la industria guarda en sus oficinas. Ahí va a estar la lucha libre esperando a todos para recordarnos el origen, nuestra identidad y lo que la sociedad quiere y espera de nosotros.
¿Qué medidas podemos implementar para iniciar un camino hacia el reconocimiento de la lucha libre como Patrimonio Cultural Intangible en todo México? No hacen falta más giras con SECTUR por cada Pueblo Mágico ni presentaciones con las dependencias gubernamentales pactadas con antelación, dejando fuera a promotoras más pequeñas… No. De eso ya hay bastante. Necesitamos el reconocimiento público de la mano de autoridades o empresas privadas, despertar y ver el potencial económico que está dormido en la lucha libre, darle nuestro toque, reconocer a los luchadores destacados en cada ciudad de nuestro país; darles esa potestad para inspirar a nuevas generaciones, no solamente de luchadores sino de todos los que generan productos alrededor de la lucha libre. Salpiquémonos de esa magia pero también desarrollemos esquemas económicos en donde la restauración del tejido social sea posible desde todas las áreas. Es posible. No siempre estará el petróleo, no siempre habrá litio, no siempre tendremos recursos naturales.
A México se le reconoce en el mundo por la lucha libre, ahora reconozcamos a la lucha libre de México para poder brillar todos juntos en el mundo.