Internet y la comunicaditis en la lucha libre

Cuántas cosas pudiera decir sobre la lucha libre en internet y cuán distinto es todo ahora que en el lejano 1999, cuando abrí el primer medio digital especializado en este deporte en México. La aparición de la red inició el gran proceso de cambio que vino a golpear de manera letal a la vieja industria editorial (dentro y fuera de la lucha libre) y a minar con ello, al menos en principio, el viejo modelo donde la información fluía verticalmente, siempre de arriba hacia abajo. Con la web emergió, por otro lado, una gran oportunidad para que los jóvenes comenzáramos a crear nuestro propio contenido bajo pautas diferentes y hasta entonces inéditas.

Pero así como los seres humanos somos capaces de las mayores y más loables proezas, también somos especialistas en pisar excremento y luego irlo a embarrar a la alfombra. Así ocurrió con el internet y la lucha libre.

Después de mi sitio web, donde colaboraban personas como Mauricio Valero, Alejandro Amaro,  Pedro Trujillo y algunas más, llegaron otras propuestas como el fugaz proyecto de este último, oficialmente el segundo espacio independiente en la red que cubría lucha libre mexicana. Posteriormente y aún dentro de esa primera etapa, destacaron sitios como Xtreme Joker Wrestling de Ñandú Reddie, el tercero, y Lo Mejor de la Lucha, de Roberto Figueroa, el cuarto. Tiempo más tarde surgió Superplex, la primera versión digital de Superluchas, de cuya esencia su sitio actual todavía conserva mucho.

En los tiempos en que nació la lucha libre en internet el CMLL era la única empresa que invirtió en la creación de su propio sitio web, muy sencillo y con información básica sobre la empresa y un selecto grupo de luchadores, con una foto de cada uno para ilustrar. Algo muy escueto pero valioso en esa época. También recuerdo que por esos días y por medio de un correo electrónico, Antonio Peña me contó que ya estaba en desarrollo el sitio oficial de AAA (cuya dirección editorial me tocaría tomar, ya sin estar el genio en este mundo, años después).

Pero sí, las cosas han cambiado. En 2009, cuando ingresé a AAA, fui el responsable de abrir las cuentas de la empresa en Youtube y todas las redes sociales, las cuales se crearon para funcionar como un aparato propio de difusión de lo que la empresa estaba haciendo y coadyuvar con la difusión del producto principal, el programa de TV que entonces se producía internamente para ser transmitido por Televisa. Qué tiempos.

Los acontecimientos de los últimos días, donde todo el mundo se ha valido de comunicados y videos “virales” en las redes para promover cosas que antes se hacían en la televisión (en producciones propias y ajenas) son motivo de reflexión. Acerca de cuánto han cambiado las cosas para bien o para mal, pero también sobre qué le depara a la lucha libre mexicana y hablando más en términos generales, sobre el presente y el futuro de los propios medios de comunicación.

A pesar de haber llevado a la desaparición, aparentemente irrevocable, de las entrañables revistas impresas, hay que reconocer que el advenimiento de la web ha traído consigo una serie de beneficios para la lucha libre al dotarla de nuevas e innovadoras herramientas de comunciar rápida y efectivamente lo que necesita.  Sin embargo estos medios (como los tradicionales) deben ser utilizados no solo con prudencia, sino con decoro.

El gran riesgo que en su momento representó la posibilidad inherente al internet de que los sin voz tuvieran un espacio para expresarse y generar con ello su propia audiencia, era precisamente que algún día una incontenible legión de imbéciles tomara las riendas de lo que se produce y difunde y peor aún, que algunas personas y corporaciones comenzaran a manejar la información sin escrúpulo alguno, en aras del beneficio inmediato y de la consolidación -otra vez- de un orden donde todo fluyera vertical y muchas veces tendenciosamente. Justamente lo que está pasando a todos los niveles.

Parece que el mencionado riesgo que se divisaba al principio y al que bien pudiéramos llamar temor, ha cristalizado hoy en una realidad aberrante, donde la lucha libre ya no se produce sobre un ring sino en las calles, junto a una carpa o enfrente de un auto estacionado. Ya no se graba con cámaras sino con el celular de alguien y el producto no se ve en la tele y las revistas sino en un “medio” creado por un fan que poco sabe de lo que se trata el asunto. Los temas más actuales en la lucha ya han dejado de ser los logros, llaves y vuelos de los elementos, ahora se habla de los chismes de lavadero de un medio que a través de varias décadas se había distinguido por llamar la atención de su audiencia única y exclusivamente con el valor de su producto.

Para entender mejor este fenómeno es obligatorio voltear a ver a un medio que siempre ha sido “primo” de la lucha libre: la farándula. En él se corrió un proceso similar desde los tiempos donde las revistas impresas eran las que mandaban. La fuente de espectáculos, por esos tiempos, contaba con medios de una talante más profesional que los actuales, como Tele Guía, que dominaba casi totalmente el mercado de las revistas impresas del ramo y esto duró hasta inicios de la década del ’90.  Este tipo de medios basaba su contenido en el espectáculo en sí, por lo que sus reportajes realzaban la telenovela, la obra teatral o el disco; la vida personal y los pleitos arrabaleros quedaban en segundo término ante la propia carrera y proyectos del artista,  si es que se tocaban. Pero con la caída de Tele-Guía, en gran parte provocada por el surgimiento de medios faranduleros con un formato más sensacionalista (fórmula que comenzó con TV y Novelas pero fue llevada a otro nivel con TV Notas), la cobertura de espectáculos en México fue virando hacia un enfoque vulgar, paparazzero región 4 y en general poco ético, proceso al que mucho contribuyó también el programa Ventaneando de la ex-empleada de Televisa Paty Chapoy, surgido en un momento en el que TV Azteca iniciaba y buscaba rating a cualquier precio.

Por su parte la lucha libre, favorablemente hermética en muchos casos, se había mantenido al margen de este tipo de procesos en lo relativo a su manejo de TV y prensa especializada, logrando pasar con éxito no solo esa etapa sino también a través de los primeros años de internet.  Pero hoy en día el cuento es otro, con luchadores enmascarados que exponen sus rostros y vidas privadas en redes, mientras otros hablan de temas internos del negocio de manera tan abierta que si los escucharan las leyendas de antaño se harían acreedores no solo al regaño de sus vidas, sino al ostracismo que antaño solía obtener la gente que no respetaba la industria. Eso sin mencionar a los empleados de empresas de lucha libre que hablan de más en redes y blogs, siendo los últimos en este mundo que deberían de hacerlo.

Muchos dirán que los propios luchadores han contribuido a eso, que es culpa de las empresas, que AAA está haciendo lo mismo de siempre pero ahora en internet y demás. Puede que tengan cierta razón, pero el hecho es que hay nuevos riesgos para el deporte espectáculo a la vista y el principal es uno cuyos estragos ya estamos sufriendo: tanta estupidez está logrando ya que la gente no crea más en la lucha libre y al dejar de creer, comience a no voltear a verla, al menos no con el mismo respeto y admiración.

Lo que pasa en el ring, por alguna razón, ya no parece tan impresionante por sí solo, como si la creciente oferta de contenido-basura con Medios Metros disputando “su personaje” e influencers piteros con bailecitos de Tik Tok hubiera desinflado el interés natural, tradicional y hasta culturalmente inherente que el mexicano tiene por la lucha libre.  Dirán que en los tiempos de Peña (Antonio, no Enrique) se trabajó con varios personajes de la farándula y en efecto, pero con la salvedad de que a aquellos todo mundo los conocía, no solo un nicho de internet, y que todo lo realizado terminaba plasmado en el producto final, el programa de TV. No parecía haber un ánimo de hacer fan service a un sector de la afición determinado, y de haber existido uno tan difícil de satisfacer como el de los actuales fanboys de internet, posiblemente el licenciado Peña hubiera optado por hacer mejor otra cosa. Porque dichos fanboys suelen ser de lo más groseros y smart-asses. Van por la vida sembrando odio y críticas sin sentido, todo les parece “predecible”, creen saber más de pollo frito que el Coronel Sanders y algunos hasta hacen sus canales de YouTube, grupos y fanpages para esparcir mejor su veneno. Si me dieran a elegir no quisiera tener que producir nada enfocado a ellos.

Pero por si no sonara suficientemente apocalíptico el asunto, la propia lucha libre ha reaccionado a este fenómeno queriendo curar a Superman con una inyección de kriptonita, al enfocarse durante días en tratar de extrapolar el producto hacia el tan codiciado campo de “lo viral”. Como si nuestro deporte no tuviera tras de sí una historia de 90 años que demuestra por sí misma cómo ha sobrevivido a procesos históricos como la masificación de la TV como entretenimiento, el ascenso y caída de incontables modas y espectáculos, el encumbramiento definitivo del fútbol como el deporte masivo por excelencia, la llegada de las transmisiones de TV a las arenas y, efectivamente, el surgimiento del propio internet. Como si la lucha libre necesitara de la comunicaditis y la videoviralitis para llamar la atención, todo mundo se sube a este tren en vez de canalizar toda esa energía creativa en la mejora del verdadero producto. Como si nuestro deporte espectáculo no se cociera aparte, como si no estuviera ya más allá del bien y del mal.

Muchos dirán que esto se trata simplemente de otro proceso, de uno de adaptación, donde la lucha terminará por salir del pantano con los zapatitos limpios e irá pa’lante con la fuerza que demostró una y otra vez en el pasado. Es posible que tengan razón, pero les pido licencia para sentir un poco de pena por lo que estoy viendo. Como medios o intentos de eso, nos toca reseñar lo que vemos y lo vamos a seguir haciendo con la mejor actitud, por desafortunado que nos parezca todo este borlote.

Confieso que cuando leía las columnas del Árbitro, el bien recordado Dr. Olivera en Box y Lucha, no lo entendía. Ahora siento que llevo sus zapatos puestos. Línchenme si quieren, pero creo que la lucha libre mexicana ya no necesita adaptarse a tendencias, a empresas totalmente ajenas a ella ni en general al contentillo de nadie. A casi un siglo de existir, debería de estar siendo ella la fuerza que marque dichas tendencias.

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