That Wrestling Show: el respeto a la lucha en la TV

Hace poco estaba viendo That 70’s Show, la famosa serie de adolescentes creada en los ’90 por Mark Brazill, Bonnie y Terry Turner. Para quienes no la conocen, se trata de una comedia juvenil ambientada en el Wisconsin de la década de los ’70, protagonizada por Laura Prepon, Mila Kunis, Ashton Kutcher, Topher Grace, Wilmer Valderrama y el infame Danny Masterson. Sí, no había visto la serie aún y comencé a hacerlo.

En eso estaba cuando me sorprendió muy gratamente encontrarme con el episodio 15 de la primera temporada, titulado That Wrestling Show, dedicado a la lucha libre y con la participación de The Rock y (como extras) nada menos que The World Most Dangerous Man Ken Shamrock y unos muy jóvenes Matt y Jeff Hardy. En la trama los protagonistas acuden a un evento en vivo de la WWF y disfrutan de la acción. Sobra decir que al ver la temática del episodio puse especial atención en la aparición de los luchadores y en la manera en la que se manejó su imagen.

Antes de entrar en materia debo puntualizar que en 1999 The Rock no era el famoso actor de Hollywood Dwayne Johnson. Bueno, sí era Dwayne Johnson, pero no un famoso actor de Hollywood.  Ahora sí, señalo las dos cosas que más llamaron mi atención en el episodio:

  1. The Rock apareció (dado que la serie está ambientada en los ’70) bajo el rol de su propio padre, Rocky Johnson, quien en esa década hizo una excelente carrera en la NWA. Sí, en la NWA. Él no ingresó a la WWE sino hasta 1983, aunque recordemos que estamos hablando de una serie de ficción.
  2. La WWF (que adoptó ese nombre en 1979, siendo previamente llamada WWWF) aprovechó de manera impecable la aparición en la serie para promover su producto, brandeando con su logotipo el set para lograr una adecuada visibilidad de su marca.

A pesar de que la lucha libre tiene en realidad poca relevancia en la trama del episodio y de hecho hubiera podido realizarse teniendo como trasfondo una carrera de autos o una obra de teatro, la empresa de Vince McMahon utilizó magistralmente esta ventana de exposición.

Para nadie es un secreto que WWE siempre visualizó a The Rock como una super estrella y trabajó seriamente para que alcanzara ese estatus prácticamente desde el inicio de su carrera. Así que la aparición del luchador bajo el papel de Rocky Johnson, exitoso talento de la época en la que está ambientada la serie, ayudó a dar a conocer, en una ventana masiva ajena a la lucha libre, a Rock.  Así, personas que no conocían al ahora icono del entretenimiento se enteraron de que existía, que era un luchador de al menos segunda generación y atestiguaron un simpático guiño a la actualidad noventera cuando Maivia, en el papel de su padre, aseguró tener un hijo que un día “se convertirá en el hombre más electrizante del entretenimiento deportivo”, refiriéndose a él mismo.

Una excelente jugada del equipo de la entonces WWF para posicionar su producto en un entorno y audiencia distintos, una que sin lugar a dudas conllevó una negociación inteligente con al menos productor, guionista y director. Una relación ganar-ganar, ya que no solo la WWF obtuvo la promoción adecuada, sino That 70’s Show también ganó al contar con luchadores de buen perfil para rodar el episodio.

Todo esto me orilló a hacer una inevitable comparación con la manera en la que las empresas y luchadores participan en producciones televisivas ajenas al deporte espectáculo en nuestro país.

En México es frecuente que los luchadores sean llevados a todo tipo de producciones, desde programas de revista y concursos hasta telenovelas y películas. Esto parecería genial a simple vista, si no fuera por los roles que en muchas ocasiones se ven obligados a cumplir nuestros atletas.

A través del tiempo hemos visto a nuestros talentos “luchar” en foros de TV con conductores y actores que nada entienden de la lucha libre profesional, en escenas que más que ayudar a promover el entretenimiento deportivo contribuyen a ridiculizarlo.

Con algunas excepciones como los reality shows, donde por lo regular los luchadores han sido expuestos al menos en equidad con estrellas de otros medios, la lucha libre sigue siendo vista como un folclórico relleno, al que como productor o director puedes recurrir cuando no hay nada mejor que poner a cuadro.

Desde tiempos de Paco Stanley fueron famosas sus “luchas” con las estrellas de la época y a más de dos décadas de distancia este fenómeno  sigue viéndose con cierta regularidad, tanto así que en tiempos recientes el hijo del famoso conductor ya ha “luchado” con estrellas de renombre.

Paco Stanley vs luchadores

En pocas palabras lo lamentable del caso es que el luchador frecuentemente es invitado en calidad de patiño, no de estrella, lo cual podría entenderse si por lo menos se llevara una remuneración, pero tampoco suele ser así.

Los que promueven este tipo de sinergias lucha-TV  argumentarán que algunos de estos programas tienen elevados índices de audiencia, lo cual puede ser cierto, sin embargo la sola aparición en ellos no debería ser considerada en sí misma un beneficio para el luchador.

La lucha libre es en muchos casos tan o más popular que estas emisiones en las que los luchadores rara vez logran mostrar su talento y personalidad y en cambio contribuyen a exponer de manera poco productiva (para ellos y sus empresas) el negocio de la lucha libre. Si a esto agregamos que la política comercial de las televisoras muchas veces no ayuda, el resultado es aún más desfavorable.

En una ocasión, cuando yo era Jefe de Prensa de una empresa luchística, estuve en un tour de medios para promocionar un evento en el Palacio de los Deportes. Como parte del mismo visitamos un programa que entonces era muy popular, donde nos abrieron la puerta y oh, sorpresa, organizaron el clásico numerito de los luchadores enfrentándose en un ring de colchonetas contra los que conducían. Como mi prioridad era dar a conocer el evento, cuando la persona encargada me preguntó qué queríamos decir al aire (el programa iba en vivo), se lo dejé saber. Grande fue mi sorpresa cuando me reviró que no era posible, debido a que se consideraría una venta y que tendría que haberlo autorizado el área comercial de la televisora.  En pocas palabras, no podíamos decir ni el nombre del local, operado por cierto por una empresa de la misma casa que estábamos pisando.

Para no hacer largo el relato, me molesté mucho y pensé en solicitar a los luchadores presentes que lo dijeran de todos modos, pero como no me gusta dar madruguetes, defendí mi punto hasta que me llevaron con la productora, a quien le dije que si no se podía realizar la mención nos íbamos a retirar. Ella me dijo que no era posible, ya que durante el programa habían promocionado con bumpers en los cortes la “lucha”, a lo que respondí que sí era posible, que ya nos íbamos. Inmediatamente la señora autorizó que se promocionara el evento en el programa.

Si bien la historia que relato puede sonar un tanto radical, voy a algo con ella: si los que estamos dentro de la lucha libre no buscamos que sea tratada con respeto, nadie lo va a hacer. No olvidemos que esta industria es de las pocas en las que México es líder mundial, y como tal debemos conducirla.

Todavía existe esa idea estúpida de que el nuestro es un deporte para gente ignorante y anodina, lo cual es falso, ya que como todo entretenimiento masivo tiene protagonistas y seguidores de distintos extractos sociales y niveles culturales y académicos. Esta concepción clasista y discriminatoria está muy arraigada en una buena parte de los sectores medios y altos de la sociedad, y por ello muchas cabezas de los medios de comunicación la comparten; de ahí el hecho de que consideren que la lucha es una prostituta barata a la que pueden llamar y luego desechar, incluso sin darle para el taxi.

Sin duda alguna la publicidad es importante, pero no hay que perder de vista que la lucha en México es una industria sólida y millonaria, la cual ha construido un estilo, calidad y prestigio muy grandes al menos desde 1933, cuando Don Salvador Lutteroth decidió montar la primera gran institución especializada en este negocio en territorio nacional. Hablando se entiende la gente y cuando existen el interés y la buena voluntad, se pueden construir auténticas relaciones ganar-ganar con los medios.

 

 

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