Nunca me pude despedir de Silver King y tampoco de La Parka, un luchador que, cuando trabajaba en la empresa de la que fue estandarte, alguna vez me manifestó su respaldo tanto profesional como personalmente. Su pérdida fue lamentable. Ambas fueron tristes para todos. Silver murió a causa de un infarto y Chuy Escoboza por complicaciones derivadas de una grave lesión cervical. En ambos casos podemos decir que el desempeño de sus labores como talentos en la lucha libre desencadenaron la tragedia.
También, desde luego, hay que mencionar en este rubro al Hijo del Perro Aguayo. Los tres son quizá los casos más dramáticos de luchadores que han fallecido mientras realizaban su trabajo o como resultado de este (sin menospreciar tragedias más antiguas como las de Sangre India y Oro).
Chris Benoit, una cicatriz en el rostro de la lucha libre
Pero no todos los atletas que pierden la vida como resultado de los golpes y el desgaste físico propio de sus carreras mueren de esta forma. Aunque mucho se ha hablado ya del tema, es pertinente mencionar el caso de Chris Benoit, quien en mi opinión llegó a ser, en su tiempo, el mejor luchador del mundo.
Se ha establecido que los actos criminales de Benoit, que culminaron en suicidio tras haber asesinado a su familia, están ligados al constante trauma encefálico que recibió durante su carrera como luchador profesional, durante la cual solía aplicar movimientos como su famoso diving headbutt, en el que caía de frente y con la cabeza contra su rival, pero no solo por ataques de este estilo un luchador se golpea esa parte vital del cuerpo. Los traumas craneoencefálicos en la lucha libre ocurren de diversas formas, incluyendo por supuesto los golpes accidentales. Estos van desde una patada mal calculada por parte de su rival hasta caídas y otros golpes que con cierta frecuencia los luchadores reciben durante un combate. De este modo, se producen lesiones que en determinadas circunstancias pueden plantear un daño cerebral permanente en el atleta.
El cerebro de Chris Benoit, según los estudios realizados por el neurocirujano de la Universidad de Virginia, Julian Bailes, tenía un estado similar al de un paciente de 85 años con Alzheimer, debido a los impactos recibidos tras unos 20 años de azotarse en los rings de Canadá, Japón, México, Estados Unidos y otras partes del mundo. Esto es un tema que no debe dejarse de lado, sin que por supuesto considerarlo exonere de su crimen a Benoit ni a contribuya restaurar el honor de su memoria.
Los sucesos que llevaron a la muerte al llamado Crippler siguen siendo considerados como lo que son, un atentado salvaje contra la vida, por la mayoría de los fans alrededor del planeta, incluyendo a aquellos que admiraron a Benoit por su brillante carrera. No obstante, hay que aceptar la tesis, médicamente reconocida, de que una persona con semejante daño en el cerebro claramente puede presentar conductas criminales ante ciertos contextos. Se puede asumir que un día Benoit decidió matar a su familia porque no tenía nada mejor que hacer, o tratar de buscar algún factor que contribuya a explicar sus atroces actos, y eso fue lo que hizo la gente de la Universidad de Virginia.
Fuera de la lucha libre, muy sonado fue el caso del ex jugador de los New Ingland Patriots de la NFL, Aaron Hernandez, quien recibió cadena perpetua por homicidio y fue acusado de dos más, de los que terminó siendo exonerado. Tras haberse quitado la vida en el Centro Penitenciario de Souza Baranowski de Massachusetts en abril de 2017, su cerebro también fue estudiado. Y sí, al igual que con Benoit, el cerebro de Hernandez sufría de daños, siendo diagnosticado post mortem con encefalopatía traumática crónica.
El caso de Hernandez expuso ante la opinión pública interesantes detalles sobre este tipo de daño cerebral, que provoca entre otras cosas las siguientes condiciones:
- El cerebro del paciente reduce su peso
- Comportamiento errático, inestabilidad social
- Pérdida neuronal
También se ha dicho que un cerebro con este tipo de lesiones pierde la capacidad de evaluar las consecuencias de sus actos y hace que la persona actúe impulsivamente.
Pero fue en el boxeo, un deporte de contusiones cerebrales por excelencia, donde la encefalopatía traumática comenzó a llamar la atención y a asociarse con la demencia. En los practicantes de este deporte, la condición se ha estudiado desde la década de los ’20, donde se determinó que casi la mitad de los boxeadores que tuvieron una carrera de cierta duración, padecía este tipo de lesiones. Huelga decir que el factor formativo y sociocultural, junto con el genético, puede resultar decisivo y no todos los atletas con este tipo de daños resultan ser homicidas, sino que por fortuna los que cometen crímenes son una visible minoría.
Sin embargo, el daño cerebral por traumatismos repetitivos es un riesgo real que está presente en muchos deportes, entre ellos la lucha libre. Puede ser que el caso Chris Benoit sea muy conocido gracias a su violento contexto, pero seguramente hay por ahí muchos luchadores que están experimentando un deterioro en su capacidad cerebral natural y que si bien difícilmente terminarán haciendo daño a otros, sí necesitan estar conscientes de su condición para poder tomar las medidas necesarias.
Esto nos lleva a una vieja interrogante que a pesar de los años continúa sin ser respondida: ¿Hasta cuándo los luchadores profesionales y otros deportistas seguirán sin derecho a la seguridad social y a una normatividad jurídica que los ampare? Es indudable que ya debería no solo habérseles incluido de pleno derecho en los esquemas de salud pública convencionales, sino también tendríamos que estar viendo ya una legislación ex profeso que les dotara de derechos y obligaciones, entre ellas la de realizarse estudios médicos períodicos, especialmente en las zonas corporales de mayor riesgo según su actividad, incluyendo la cabeza y la columna vertebral.
Señores de los gobiernos, especialmente en México, donde la lucha libre es la curiosidad que todo mundo abraza cuando le conviene y luego la desecha como patito feo: los luchadores no necesitan homenajes por ahora (gran parte del pueblo los reconoce sin importar lo que los políticos opinen). Ellos no son personas que lleven una vida común, ya que su cuerpo se desgasta de formas distintas a las de alguien que trabaja cumpliendo un horario de oficina. El mejor homenaje que pueden hacerles es atender sus necesidades y brindarles herramientas para que puedan preservar la salud y, sobre todo, la vida.
Estamos a tiempo. Evitemos más tragedias y cuidemos a nuestros atletas, que han brindado no solo entretenimiento, sino momentos de orgullo y gloria a todas las naciones.