Cuando me pongo a analizar y pensar en el contexto social, cultural y tecnológico que vivió la lucha libre mexicana en las épocas pasadas, no cabe en mis reflexiones ver fotos en formato selfie, con equipo, de luchadores como El Solitario, Wagner, Ángel Blanco, compartidas en sus redes sociales. Eran luchadores tan profesionales que sabían conducirse con respeto en los vestidores de los recintos donde se presentaban. Sin duda alguna sus valores, su profesionalismo, su educación, no les hubieran permitido exponer a sus compañeros desenmascarados a través de una imagen compartida en redes sociales, como sucede ahora con singular frecuencia.
Uno puede ver las cuentas de redes sociales de los luchadores o luchadoras y varias fotos en las que se nota a los elementos y, atrás de ellos, sus compañeros capturados de manera sorpresiva. Y hasta muchos de esos compañeros son luchadores enmascarados y por ello aparecen “sin rostro”. Expuestos. A muchos se ve que no les importa.
Una característica de la selfie es que se utiliza la capacidad del teléfono de tomar la fotografía con la cámara frontal para que los protagonistas aparezcan a cuadro, entonces mucha gente no contempla ver antes lo que hay en la parte de atrás. Y de pronto, sin revisar la imagen tomada, sin verla, la suben y comparten en redes sociales a diestra y siniestra.
Y después están tratando de corregir el error, pues una vez que se publica, mucha gente alcanzó a verla, y quieren bajarla, borrarla, pero ya se alcanzó a ver. Atrás aparecieron los rostros de luchadores que no debían estar en esa imagen y algunos por desgracia aparecen sin sus tapas. Y eso se ha visto en todos lados, pero se deben tomar precauciones al respecto por parte de quien se toma la selfie, verificar que en la parte de atrás no existan compañeros.
Son cosas de sentido común, que dice el refrán es el menos común de los sentidos, y es verdad: las cosas simples pueden pasar desapercibidas. Pero debería existir algún comentario sobre las selfies en los reglamentos internos de los vestidores, para que los elementos que lleguen a presentarse en esos recintos se den cuenta y entonces sean más precavidos.
También en este caso aplica comentar sobre aquellos reporteros gráficos “profesionales” que llegan a tener acceso a vestidores, pero cuando hacen sus gráficas, no tienen cuidado en que la toma fotográfica esté limpia. Solo nos debe interesar el elemento o la luchadora, nada más.
También he visto cómo algunos colegas, con singular alegría, suben y comparten las fotos que les toman a los elementos, y todo el elenco sale en la parte de atrás del objetivo principal, y en las mismas circunstancias, luchadores o luchadoras que trabajan con máscaras salen destapados, por error humano. Y son detalles que debe cuidar uno desde el primer momento.
En mi caso desde las primeras fotos que tomé hace nueve años, siempre busqué un fondo limpio, sólido de preferencia, para evitar que salgan personalidades atrás de mi objetivo. Optaba por fondos sólidos y oscuros para poder manejar la imagen después de manera digital.
Pero, así las cosas, pensaba yo en no abordar temas así, pero realmente considero que es necesario, para compartir lo poco o mucho que uno sabe sobre manejo de imagen pública, como licenciado en ciencias de la comunicación, y mejorar siempre los productos mediáticos.
Un luchador también es un producto, como mencioné en mi tema anterior, luchar con playeras rotas no es nada agradable ni profesional. Compartir fotos en formato selfie donde aparezcan luchadores que trabajan con máscara sin dicha prenda, y compartirlas en redes sociales, tampoco.
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Gracias amable lector, por leer esta columna denominada Lucha y Tinta Libre.
Deseo que sus luchas siempre sean de buena calidad.