Me duele decirlo porque respeto la lucha libre, tanto así que estoy profundamente agradecido con ella por haberme dado de comer durante tantos años, pero es una realidad: la grilla es la reina de la lucha libre. Como en muchos otros campos de la actividad humana, trabajar en este negocio implica, con frecuencia, tomar parte de guerritas facciosas entre empresas, grupos e individuos.
Al crear Crítico Luchístico pensé en que fuera un espacio donde todos los integrantes del medio pudieran exponer sus opiniones, anécdotas, quejas e inquietudes, porque sin duda alguna las mejores personas para hacerlo son las que lo viven día con día y la lucha, como toda industria, tiene áreas de oportunidad que deben ser corregidas en base al análisis y el ejercicio crítico.
Pese a la intención con la que fue creado el sitio y a que siempre se ha hablado con claridad a quienes se ha invitado a participar acerca de la naturaleza del concepto, me he encontrado con más de uno que se muestra renuente a ello debido a que en el proyecto se encuentra colaborando tal o cuál persona. No voy a mencionar nombres, porque en primera cada quien es libre de participar o no según le venga en gana y en segunda porque considero a todos buenos amigos y compañeros. Como El mono que quería ser escritor satírico, de Monterroso, no quiero que por aludirlos aquí dejen de hablarme o empiecen, como acostumbran con sus mechas cortas, a hablar pestes de mí en sus redes sociales. Pero ellos saben quiénes son.
Lo que sí quiero hacer es lograr una reflexión constructiva al respecto, basada en una simple idea: este medio es pequeño y no sabemos cuándo vamos a necesitar los unos de los otros. Esto lo tienen bien presente la mayoría de los luchadores, los cuales suelen limitarse a acudir a las funciones y hacer su trabajo, saludando a todo el vestidor y sin pelearse a muerte con nadie, aunque les caiga gordo, aunque piensen que no sabe hacer su trabajo o que no debería de estar ahí. Eso es básicamente porque la lucha libre es un negocio y porque al vivir de ella, se convierten en profesionales que prefieren tejer relaciones de trabajo serias que a futuro se conviertan en nuevos logros y beneficios, que estarse peleando con medio mundo. Salvo excepciones específicas, los luchadores son así.
Y esa es la manera de mantenerse mucho tiempo en cualquier negocio: sabiendo ser diplomáticos y solucionando los problemas que surjan con otras personas antes de que rebasen la línea de lo permisible, de que lleguen al punto de no retorno. Porque repito, es una enseñanza que la mayoría de los luchadores dejan a los que tenemos otros roles y actividades dentro del negocio: no sabemos cuándo vamos a necesitar los unos de los otros.
Desde que en 2017 comencé a trabajar nuevamente en el ámbito luchístico independiente luego de muchos años en AAA, he visto promotores que pretenden amarrar a los luchadores para que trabajen exclusivamente con ellos o para que no vayan a trabajar con algún otro promotor, como lo hacen la mayoría de las empresas grandes. Actitud totalmente ilógica, porque éstas lo hacen debido a que les proporcionan una fuente de trabajo constante gracias a la cual se mantienen, cosa sumamente complicada de hacer para una promotora independiente, que realiza y vende una cantidad mucho menor de funciones en las que pudiera emplear a los talentos. También he visto promotores indies que vetan a tal o cuál medio y medios indies, incluso muy pequeños, que deciden deliberadamente no cubrir a determinada empresa o promotor a pesar de que éste les ha pedido directamente el apoyo, solo porque no les gusta el concepto que manejan o simplemente la persona les cae mal.
Obviamente, como lo mencioné antes, cada quien es libre de contratar a quien quiera, de establecer las políticas que quiera, de publicar y cubrir a quien quiera y en general de hacer con sus promociones, talento y espacios lo que se le de su regalada gana. También es válido, tras una experiencia negativa, tomar la decisión de no volver a laborar con determinada persona o empresa. Sin embargo una cosa es eso y otra muy distinta preparar los cañones para la guerra y de paso bajarle los pantalones al negocio en el Facebook. Seguimos repitiendo los patrones de conducta de siempre y cerrándonos puertas mientras se las cerramos a otros.
En México todos hemos escuchado la frase “patear el pesebre”, que se usa para describir a la gente que habla o actúa en contra de la propia empresa, grupo o actividad en la que labora. En el medio de la lucha libre, especialmente el independiente, la lucha libre en sí misma es el pesebre. Y el sectarismo es una forma de patearlo. Luchadores, promotores, réferis, anunciadores, colaboradores, reporteros; todo mundo es libre de ir a donde le convenga y se sienta cómodo, pero ojalá pronto se adquiera el sano hábito de reflexionar antes de emitir juicios de valor y entablar pleitos tan definitivos. Todos podemos tener una opinión sobre los demás y su trabajo, pero la lucha libre funcionaría mejor si buscáramos puntos de encuentro y relaciones ganar-ganar en vez de estarnos agarrando de los cabellos por cualquier cosa.
Si hasta el CMLL ha tenido la apertura suficiente para permitir a sus luchadores arreglarse por fuera y que Penta y Fénix trabajen con ellos a la vez que con la competencia, entonces entre los independientes también es posible (y con más razón) dejar las grillas de lado y comenzar a mostrar más voluntad para incluir y dejar que las únicas rivalidades las lleven los luchadores allá arriba.
Ha habido muchas reinas de este deporte gracias a las revistas y las empresas. Sin embargo, hay una que prevalece, que dicta y rige en mayor o menor medida cada paso que damos, gracias a radio pasillo, rumores, chismes y enconos personales. Mientras estos factores nocivos sigan existiendo en la industria y la grilla siga portando la corona de Reina de la Lucha Libre, nos seguiremos perdiendo de grandes combinaciones, publicidad y promoción de primer nivel.
La invitación sigue hecha para colaborar aquí, un espacio libre, y se hace extensiva para todos los integrantes del medio luchístico. Y Reina se escribe con i latina.