Foto: Mediotiempo
Debutaron los nuevos Octagón Jr., Bengala y Abismo Negro Jr. y todo mundo ha dicho de todo. De inmediato, dos posturas encontradas al respecto surgieron y se difundieron en las redes sociales y todo el mundo ha tomado una u otra como propias.
En este caso, como en muchos otros rubros de la vida, ambas partes tienen sus puntos y es importante analizarlos para entender mejor el asunto, sin ponernos ninguna camiseta para defender ciegamente a alguien. Veamos ambas caras de la moneda.
Sol: postura pro-AAA
Por un lado, está la postura pro-AAA, que avala el surgimiento de Octagón Jr., Abismo Negro Jr., Bengala III y de paso Myzteziz Jr. Incluso gente del medio, como Roberto Figueroa, ha defendido esta posición. Sus argumentos son, básicamente, que al ser AAA la dueña de los derechos legales de los mencionados nombres, puede utilizarlos a su conveniencia y gusto, lo cual es cierto desde un punto de vista jurídico y también desde determinada perspectiva ética (desde la óptica e interés del creador y no los del trabajador que portó originalmente cada uno de los nombres).
Antes de ir al caso concreto, hay que decir que México, en comparación con naciones más desarrolladas, está “en pañales” en materia de protección a la propiedad intelectual. Tanto así que, por ejemplo, no existen las categorías adecuadas para registrar determinadas creaciones. Por esa razón se tiene que recurrir, cito el caso como ejemplo, a registrar un ring en la denominación “programa de televisión”. Tal como se lee: para el Instituto Nacional del Derecho de Autor, instancia que debería especializarse en proteger la titularidad de las creaciones intelectuales de toda índole, determinado ring de lucha libre no es tal, sino un programa de televisión. Eso pareciera decirlo todo sobre la pobreza que México experimenta en el campo del derecho autoral, eso sin mencionar la ineficiencia de los sistemas burocráticos incluyendo al de justicia, el cual de por sí es poco efectivo y lento como un caracol hasta cuando se trata de investigar hechos más graves y comunes, como robos u homicidios.
En materia de derechos de autor, tanto el proceso administrativo como el jurídico son tan o más tardados que con los delitos o “asuntos” comunes. En la lucha libre todos conocemos el caso de Máscara Sagrada, que al final se quedó con la reserva de derechos, luego de muchos años de no poder utilizar el nombre tranquilamente. Los años pasaron y nos dejaron una enseñanza: no importa a quién la autoridad dé la razón, si un proceso de este tipo tarda diez o más años, el desgaste y derroche de recursos en ambas partes es notable, y cuando finalmente hay una resolución, el personaje en disputa ha sido tan poco utilizado y expuesto (debido a la propia batalla por él) que ya poco beneficio se le puede sacar. En pocas palabras la justicia en nuestro país no es pronta ni expedita y pelear en las dependencias por un personaje es un proceso en el que definitivamente nadie gana.
En resumen, si aceptamos sin cuestionar que la empresa es la creadora del gimmick y no el luchador, entonces la postura pro-AAA está en lo correcto esta vez, aunque con sus respectivas variables, ya que no siempre y en todos los casos va a ser así (como en el de Latin Lover, que ya se llamaba así desde que era un luchador local en Monterrey, tiempo antes de tener relación con la mencionada empresa) y hay otros en el que el propio luchador añade valor creativo a la propiedad. Caso de Penta, por ejemplo, donde me consta que él es el creador del concepto “Zero Miedo” y todo lo relacionado a este, a pesar de que AAA creó y le proporcionó el personaje humano de caracterización original. Entonces, aunque en esencia lo esgrimido por la empresa pudiera ser o sonar cierto, hay que analizar cada caso puntual para establecer una postura más documentada, no se trata de tomar el mismo partido siempre como si se tratara del clásico América-Chivas.
Águila: postura anti-AAA
Esta posición puede sonar más romántica y menos objetiva, de hecho es totalmente visceral, pero comprensible. Se basa, por lo regular, en lo mucho que el aficionado promedio odia los clones de luchadores y algunas veces, las menos, en el mayor conocimiento que algunos aficionados tienen sobre los casos particulares donde el luchador tiene o pudiera tener la razón desde el punto de vista de la creación intelectual.
En la lucha libre todavía existen elementos que en muchos otros campos, como en la política, tienen poca o nula importancia, como la palabra, el respeto y la imagen pública. Cuando se contrata a un luchador independiente, por ejemplo, la palabra lo es todo: el luchador da su palabra de que se va a presentar en el día y hora pactados y el promotor da la suya de que pagará lo acordado al luchador. Entre luchadores, al trabajar, la palabra también lo es todo. El respeto juega de diversas formas, está el que debe existir entre luchadores, programadores y promotores, así también entre compañeros y por supuesto, uno que tristemente está en peligro de extinción, el que existe entre el luchador joven y el veterano.
Como la palabra y el respeto, en la lucha libre la imagen pública también cuenta, ya que existe la publicidad negativa, generada por esas acciones o decisiones que terminan afectando la imagen del luchador o la empresa en vez de mejorarla. Y a pesar de que la tendencia actual en las grandes empresas luchísticas pareciera ser el trabajar por una imagen pública orientada a los grandes consorcios y a un público inexistente (el de los estratos sociales altos, que no ven y posiblemente nunca verán la lucha libre), el verdadero aficionado al deporte-espectáculo sigue siendo el que llena las plazas y es más crítico de lo que se piensa.
Cuando una empresa lanza un clon de alguien (llámese Máscara Sagrada, La Parka, Myzteziz, Octagón), el aficionado suele verlo con malos ojos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que compagina y se encariña con determinado luchador, no solo con su máscara o nombre. Se enamora de sus poses, movimientos, su voz, en pocas palabras, de él. Así, ese aficionado considerará un usurpador a otro que, autorizado o no, ose utilizar su nombre y máscara. Para él solo hay un Octagón, una Parka, un Máscara Sagrada, hasta un Myzteziz. No dos, ni tres, ni los que la empresa disponga. Es comprensible, aunque se trate de una apreciación subjetiva y de que legalmente las cosas no funcionen así.
Penta cambia de máscara frecuentemente y la gente lo sigue queriendo y tratando de la misma manera. Quizá no se puede establecer con certeza si la máscara hace al luchador o viceversa, ya que en ello juegan muchos factores que no todo mundo conoce bien, sin embargo hay algo que sí es casi una verdad absoluta: el aficionado ama al luchador primeramente y luego a su nombre y máscara, no al revés. Wagner, sin la máscara, siguió siendo Wagner, tanto así que, digan lo que digan sus haters, llenó la Arena Ciudad de México apostando su cabellera. No basta con ponerle la máscara de Wagner a alguien para que sea Wagner, incluso tratándose de sus hijos, quienes tendrán que recorrer su propio camino si quieren llegar a las grandes alturas como lo hizo su padre.
Por esa razón el aficionado odia los clones, y no solo en México, ya sabemos cómo le fue en WWF a las copias de Razor Ramon y Diesel. La gente los aborrecía, tenían ese calor negativo que ningún luchador desea cargar en la maleta. Y es que una copia, para la mayoría de la gente común que ve la lucha libre, siempre será una copia; eso no es un argumento legal, pero como dije, en la lucha libre todavía juegan factores no escritos que no deben pasarse por alto.
Desde mi punto de vista, AAA no necesita determinados personajes, ya que la empresa en sí misma es un concepto que, demostrado está, a la gente le gusta. Tal vez tengan motivos de otra índole, como la propia disputa por los nombres, para querer utilizarlos a toda costa, pero con ello están dejándoles una difícil tarea a los talentosos muchachos que están tomándolos. Labor en la que se les desea la mejor de las suertes.
Es precisamente el talento de los nuevos Myzteziz Jr., Octagón Jr. y Abismo Negro Jr. lo que puede sacarlos adelante. Cuando en 1996 y 1997 medio AAA se fue hacia Promo-Azteca y WCW, proliferaron los clones. Vimos nuevos Parka, Venum, Histeria, Mosco, Psicosis, Super Nova (el de Los Cadetes) y muchos más. El común denominador era que los “suplentes” solían ser, dicho sea con todo respeto, luchadores no tan maravillosos como sus antecesores y finalmente casi todos desaparecieron del mapa. Hoy en día la empresa de las tres vocales ha apostado a repetir la fórmula, con luchadores de la más alta calidad. Eso pudiera ser la clave del éxito para ellos, aunque de entrada, por la cruz que representa tomar un nombre ya utilizado, consolidarlo luce como una proeza.
Por el bien de los muchachos y de la lucha libre, el tema de los clones debería terminar, porque aunque el derecho asista -como debe de ser- al creador original de la propiedad intelectual, de alguna manera esto rompe con el misticismo de la lucha libre. Hoy deben existir adultos que guardan una foto de infancia con Máscara Sagrada y todavía se preguntan qué luchador llevaba la tapa en ese momento.
WWE puede lanzar un nuevo Razor Ramon o incluso otro Goldust, ya que legalmente los personajes son suyos y nada ni nadie se lo podría impedir. La pregunta que me hago y que invito al público a hacerse es: ¿Por qué no lo hace?… En años recientes volvieron a intentarlo con Sin Cara, solo que se trata de un personaje que no tiene para ellos la relevancia que los originales Octagón, Abismo y Myzteziz alcanzaron en México, por lo que fue un movimiento de riesgo calculado. Este caso podría analogarse con el del otro debutante, Bengala, nombre portado por dos excelentes luchadores en el pasado, pero que por distintas razones no llegó a consolidar. El nuevo Sin Cara, finalmente y a pesar del talento del nuevo portador, terminó lejos del éxito que inicialmente se proyectaba para el personaje.
Quizá esos factores no escritos, como el cuidado de la imagen de la compañía ante el propio aficionado, el aprendizaje de los errores pasados y el conocimiento de que en su pedestal de líder de la industria no lo necesitan, tengan que ver para que los de Stamford se anden con cuidado en lo que respecta a lanzar nuevas versiones de personajes viejos. Tal vez vale la pena, de vez en cuando, escuchar a la gente.